
Primera parte: Los últimos días de Deep Purple (I): «Come Taste The Band».
A veces, un pequeño desvío en el camino, una variación sin importancia, puede convertirse en una odisea inesperada e incontrolable. En diciembre de 1975, en medio de su gira Come Taste The Band, Deep Purple añadió una parada en Yakarta, Indonesia, para dar un único concierto antes de llegar a Japón. Parecía un buen plan, un dinero fácil y la oportunidad de darse a conocer en el populoso país asiático, pero nada salió bien. Fue tan mala la experiencia que los músicos juraron que jamás volverían a pisar el país.
Inicio de la gira del «Come Taste The Band» y llegada a Indonesia
La gira comenzó en el Pacífico, en Hawái, donde la banda hizo una breve escala para dar un concierto en Honolulu. Después continuó rumbo a Nueva Zelanda, donde ofrecieron dos conciertos antes de dar el salto a Australia, donde les esperaban ocho conciertos más. Para moverse habían fletado un enorme avión donde viajaban, además de la banda y sus parejas, su road manager Rob Cooksey y una veintena de roadies encargados de las 20 toneladas de equipo de sonido que transportaban en la bodega. El avión no era otro que el famoso Starship, un Boeing 720 muy popular en los 70 que fue usado en sus giras por bandas como Led Zeppelin, The Allman Brothers o los mismísimos Rolling Stones. Alquilarlo por 5 semanas les costó un cuarto de millón de dólares, pero era dinero bien invertido porque facilitaba muchísimo el transporte de músicos y equipo entre los diferentes países.
La etapa australiana de la gira discurrió sin contratiempos, con unos Purple en fase de acoplamiento pero capaces de ofrecer shows a la altura de su nombre. Sus planes ahora pasaban por volar a Japón, donde la banda tenía programados 4 conciertos antes de Navidad, antes de volver a Estados Unidos y, tras un breve descanso, continuar por el país norteamericano. Fue entonces cuando recibieron la inesperada propuesta de un promotor indonesio para dar un concierto en Yakarta. Era una proposición modesta, una única actuación en un teatro con capacidad para 7.000 personas, pero como tenían su propio medio de transporte y no les desviaba mucho de su camino, aceptaron. Lo vieron como un dinero extra fácil y una buena oportunidad para darse a conocer en el populoso país asiático. Cuando el promotor envió el depósito de 11.000 dólares solicitado, la banda se dirigió despreocupada hacia Yakarta sin imaginar que iban directos hacia una encerrona.

El 4 de diciembre de 1975 Deep Purple aterrizaba en Yakarta en su primera visita a Indonesia. Su llegada había generado muchísima expectación, ya que era la primera gran banda o artista internacional que pisaba el país, y todo esto desembocó en un recibimiento «exagerado» y extraño. Fueron escoltados al hotel por un convoy militar, con tanques en lugar de autos, mientras las calles estaban repletas de miles de personas que habían salido a recibirlos.
Lo que no sabían es que en aquel momento el país y su capital estaban en alerta máxima. Ese mismo día, el dictador Suharto, déspota cruel y corrupto, recibía la visita del presidente estadounidense Gerald Ford y su Secretario de Estado, el infame Henry Kissinger. El motivo de la visita era autorizar y preparar la invasión de Timor Oriental por parte de Indonesia, que se llevaría a cabo tres días después. La excolonia portuguesa había obtenido su independencia en agosto, y el FRETILIN (Frente Revolucionario de Timor Oriental Independiente) se había hecho con el poder, proclamándose como república independiente pocos días atrás, el 29 de noviembre. Las simpatías comunistas de este movimiento no eran del agrado ni de EE.UU. ni de Suharto, quien rápidamente maniobró con la intención de derrocar al gobierno timorense y anexarse el territorio con la excusa de que gran parte de sus habitantes —una ínfima minoría en realidad— exigían la integración del mismo en Indonesia. Mientras tanto, en el ambiente había temor a que el FRETILIN, o cualquiera de los movimientos clandestinos opositores a Suharto, pudiese cometer algún atentado aprovechando la visita del mandatario yanki. Eso explicaba en parte el ambiente tan militarizado y tenso que se respiraba en Yakarta, originado por una situación y un conflicto completamente ajeno a la banda.

Todo se empieza a torcer
Una vez en el hotel, su manager comenzó a recibir informaciones contradictorias. Primero se enteró de que no tocarían en un teatro de 7.000 butacas, sino en el Senyan Sports Stadium, un estadio de 50.000 asientos; después, que el promotor pretendía meter más de 100.000 personas en el recinto; por último, que no sería una noche, sino dos consecutivas. Cuando Rob Cooksey acudió al estadio a inspeccionar el escenario, descubrió horrorizado que estaba construido con cajas de naranjas y que la seguridad correría a cargo de la policía, por lo que rápidamente intentó cancelar el evento. No obstante, el promotor le tranquilizó prometiendo una renegociación del acuerdo que le dejaría conforme. Así que, dado que ya estaban allí y los conciertos habían generado una gran expectación, decidió seguir.
La primera noche de los Purple en Yakarta transcurrió bajo una calma tensa, pero sin incidentes graves. Lo más reseñable fue que unos 20.000 fans lograron superar las vallas y colarse en el recinto, apiñando aún más a la apretada audiencia, pero los guardias no reaccionaron y lo permitieron. Cooksey calculó que la recaudación bruta de los shows debía rozar los 750.000$, y ellos solo habían recibido el adelanto de 11.000$, por lo que exigió urgentemente otra reunión con el promotor al llegar al hotel. Según relató el manager, «todo comenzó de manera bastante agradable para acabar convirtiéndose en una agria discusión». A pesar de lo prometido, el empresario se negaba a pagar ni un dólar más de la cantidad acordada inicialmente. En un momento dado, él y sus secuaces se levantaron y se retiraron unilateralmente de la reunión, dejando al mánager solo. Entonces Cooksey intuyó que el promotor no pretendía renegociar nada, sino directamente estafarles, y lo que sucedió a continuación no hizo más que confirmar ese mal presagio.
Un trágico «accidente»
Poco después se produjo una terrible desgracia en uno de los pisos. Patsy Collins, que ejercía de guardaespaldas de Tommy Bolin, tuvo una discusión con otros dos miembros del equipo y salió de su habitación para subir a la suya. Minutos después sufría un mortal accidente tras caer 6 pisos por el hueco de un ascensor de servicio del hotel. A pesar de la brutal caída, el hombre aún tuvo la fortaleza suficiente para salir por sus propios medios y arrastrarse hasta el vestíbulo antes de caer desplomado. Moriría en el hospital a la mañana siguiente. Esa misma madrugada, la policía de Yakarta irrumpió en el establecimiento y arrestó a las dos últimas personas que habían estado con Patsy: el bajista Glenn Hughes y su guardaespaldas, un tipo conocido como Paddy the Plank. También arrestaron a Rob Cooksey, mánager de la banda, y los tres pasaron el día en una celda como sospechosos de asesinato. En declaraciones posteriores, Hughes describiría la situación como rocambolesca, pues mientras estaban encerrados lamentando la muerte de Patsy y sin saber qué iba a pasar con ellos, no paraban de llegar oficiales y funcionarios para pedirles autógrafos.
Afectados por este desgraciado suceso, con las negociaciones rotas y su mánager y el bajista entre rejas, todo hacía suponer que el segundo show sería cancelado por la banda, pero los Purple no tuvieron otra opción que tocar. La situación de sus compañeros era delicada y una negativa podría haber empeorado las cosas. Es más, la connivencia del promotor con la policía quedó demostrada cuando el propio Glenn Hughes fue llevado al estadio y obligado a tocar con un guardia armado apostado a su lado. Este le encañonaba a ratos con su fusil para desalentar cualquier idea de fuga.
Aquella noche la seguridad en el recinto era tan desmesurada que no presagiaba nada bueno. Probablemente al promotor y a sus amiguetes no les había gustado que se colasen 20.000 fans el día anterior, y esta vez no lo iban a permitir. Para ello habían congregado en el lugar a cientos de guardias fuertemente armados, muchos de ellos con letales perros dóberman entrenados para atacar a la mínima señal. Tan pronto como comenzó la música, los indonesios, hambrientos de rock, se pusieron a bailar, pero los agentes lo impidieron, golpeando y pateando a aquellos que lo intentaban. Poco a poco la cosa comenzó a ponerse más y más violenta, escalando la situación a tal punto que los policías soltaron a los perros para atacar a la audiencia. Aquello se convirtió en una auténtica carnicería.
Jon Lord siempre sostuvo que aquel concierto supuso uno de los momentos más oscuros de su vida como músico. Tocaron unos interminables 40 minutos, entre lágrimas y con la cabeza gacha. Cada vez que osaban alzar la mirada veían a gente siendo atacada y golpeada con palos: se querían morir. Poco antes de que se cortase el show, una vez soltaron a los perros, vieron personas siendo mordidas y mutiladas, chicos jóvenes, incluso niños. Hughes está convencido de que esa noche hubo muertos entre el público. En su memoria guarda imágenes terribles, como la de un niño siendo arrastrado por un perro enorme que tenía sus poderosos colmillos hincados en su brazo.
En cuanto pudieron abandonaron el escenario, asustados y asqueados. Fueron llevados de vuelta al hotel, excepto Hughes, que volvió a su celda con su mánager y su guardaespaldas. Esa noche la pasaron entre rejas, pero a la mañana siguiente ya les dejaron salir. Después de entrevistar a las dos prostitutas que estaban con ellos cuando ocurrió el suceso, la policía decretó que ellos no tenían nada que ver con la muerte de su compañero y que en realidad todo se debía a un desafortunado «accidente». Eso sí, antes de ser liberados tuvieron que pasar por caja y abonar 2.000 $ para recuperar sus pasaportes. Y es que si en algo destacaba la Indonesia de Suharto era en materia de corrupción, donde eran una potencia mundial. La versión oficial, por tanto, concluiría que la muerte de Patsy Collins fue accidental. Según la misma, el roadie se adentró despreocupadamente por una puerta que tendría que haber estado cerrada, precipitándose al vacío. Sin embargo, Lord, Hughes, Cooksey y otros miembros del séquito de los Purple jamás dieron crédito a esta versión. Para ellos se trató de un asesinato orquestado por el promotor, principal beneficiario de esta historia.
Una vez en libertad no se lo pensaron y corrieron al aeropuerto para salir lo antes posible del país. Respecto al litigio con el promotor, ya enviarían a su abogado para que lo pelease. Pero en cuanto llegaron a las pistas se encontraron con otra desagradable sorpresa: las ruedas del avión estaban pinchadas. Peor aún, cuando pidieron ayuda al al personal del aeropuerto enseguida se percataron de que no iban a brindarles asistencia, sino saquearles un poco más antes de que abandonaran el país. Al final los propios roadies tuvieron que encargarse del cambio de los neumáticos, para lo cual necesitaron de un gato y una llave especiales por cuyo ‘alquiler’ les cobraron la módica cantidad de 10.000 $. Algunos de los muchachos, gente ruda, estaban tan cabreados que propusieron como venganza secuestar a varios lugareños y lanzarlos desde el avión en medio de la jungla, pero las cabezas más sensatas se impusieron. En última instancia consiguieron salir de Indonesia jurando no volver a pisar nunca más el país, una promesa que Lord mantuvo en las sucesivas reencarnaciones de Deep Purple —la banda no pudo volver hasta 2002, dos meses después de la retirada de Lord—.

Pero aquí no acabaron sus penurias, más bien fue el inicio de las mismas. El grupo había quedado bastante traumatizado por lo sucedido, sobre todo Hughes y Bolin, quienes a su vez venían arrastrando graves problemas con las drogas. A Bolin, en plena crisis nerviosa, le tuvieron que suministrar morfina para que descansara y se tranquilizara. La morfina le indujo a un sueño tan profundo y pesado que acabó durmiendo más de 10 horas seguidas mal apoyado sobre su mano izquierda, dañándose el nervio de la mano. Esto le generó problemas de movilidad tan serios que la banda llegó a plantearse la cancelación de sus conciertos en Japón. Pero parar una gira de ese tamaño era muy mal negocio, así que decidieron salir del paso confiando en que Bolin se recuperaría con rapidez, cosa que no sucedió. En Japón, y en la mayoría de los siguientes conciertos de la gira, el desempeño del guitarrista fue muy pobre. Bolin no era capaz de realizar la mayor parte de sus solos, y Jon Lord fue el encargado de cubrirle. Lord cargó tanto peso sobre sus hombros que al final acabó quemado.
En cuanto al promotor indonesio, cuando los Purple llegaron a Japón avisaron a su abogado en Los Ángeles y lo enviaron a Yakarta para reclamar el pago por sus actuaciones. El tipo era un perro de presa, y aunque logró concertar una reunión con el mafioso, acabó corriendo por la sala mientras le perseguían con un machete. El pobre hombre salió escopetado del país en cuanto pudo y la banda tuvo que renunciar a sus honorarios. Para hacernos una idea del tamaño de la estafa basta repasar los datos de asistencia. La banda cobró un adelanto para dar concierto ante unos 10.000 personas, y sin embargo acabó protagonizado el mayor evento musical celebrado en Indonesia hasta la fecha. Se calcula que los dos conciertos lograron reunir más de 150.000 espectadores, un récord que no fue superado hasta décadas más tarde.
Tercera parte: Los últimos días de Deep Purple (y III): Un final amargo.
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Aprendiz de todo, maestro de nada. Programador, diseñador web, editor, redactor y codirector de esta nave.
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